El cigarro que me ahorró 10 mil dólares

La historia de cómo una vez un cigarro me evitó una pérdida total en un coche rentado.

En ese viaje descubrí que menos de -25ºC son más fuertes que mis ganas de fumar.

Es decir, si ya estoy en el hotel y estamos a alrededor de -20º (y no hay vientos fuertes) puedo sólo ponerme una chamarra gruesa –en vez del traje de nieve completo, que es una hueva enfundarse en él–, pantalones semi impermeables sobre la pijama,  los guantes sencillos y ya con eso puedo salir a caminar unos 15 minutos a la intemperie. Importante eso de caminar.

Menos mal ese día sólo hacían -21º en Fairbanks.

Era febrero del 2017 y llevábamos cuatro días en Alaska. Habíamos aterrizado y recogido el coche en Anchorage y tras una noche de preparación y aclimatarnos un poco tomamos rumbo a Fairbanks por la vía larga hacia el Este; unos 800 kilómetros en dos días atravesando, casual, una de las tormentas de nieve más grandes registradas en los últimos años en la región. La historia de los dos pendejos en la ruta estatal 1 a bordo de un intrépido Kia Forte a 40km/h siendo rebasados primero por una Land Rover y luego una Cayenne hechos la chingada (supongo que irían a 80km/h) para verlos después, la primera llantas arriba en la cuneta central de la autopista y la segunda estampada de frente contra un banco de nieve la contaré a detalle otra vez. Pero puedo resumirlo así: íbamos tan nerviosos atentos que... hasta apagamos el radio.


Llegamos a Fairbanks entrada la tarde, se hacía sentir el clima duro que caracteriza la región. Bajamos confiados del coche –sin muchas capas– para sólo sacar las maletas y entrar al lobby tras uno o dos minutos a la intemperie, me sentía todo un Amundsen posmoderno.

Antes de dormir, revisé la temperatura, -21º como decía hace unas líneas, me puse un pantalón sobre la pijama, chamarra leve encima y "bajo por un cigarro y regreso al rato" le dije al Tarzán.

El chiste de este truco de ir poco abrigado en este frío es no dejar de moverse; generar calor para que entre la piel y las chamarras se mantenga adentro, por lo que me puse a caminar por el enorme estacionamiento del hotel mientras fumaba mi cigarro y pensaba en la inmortalidad del cangrejo los días que venían hacia el Polo Norte.

"Qué cagado, no sabía que hubiera un Cavalier eléctrico" me dije viendo el coche conectado a la pared. "En serio, qué raro que haya tantos coches eléctricos en esta región tan fría" pensaba conforme veía tantos coches conectados, hasta que algo ya definitivamente no cuadraba, "esta Ford Bronco no puede ser eléctrica, es del 85!".

- Oye wey, hay algo raro... todos los coches del estacionamiento están conectados a la pared, menos el nuestro —le dije al Tarzán en cuanto regresé a la habitación.

Abrió las cortinas y desde el segundo piso alcanzamos a ver que del cofre de varios coches, salía un cable que terminaba en la pared, de esas nimiedades que aunque están a la vista, no las registras hasta que te fijas en ellas.

Marcamos a la empresa de renta de coches y rápido nos atendió una mujer bastante simpática. Tras las cordialidades propias de dos desconocidos al teléfono le platicamos nuestra observación y tras unos momentos rompió su silencio con:

- ¡Que están en dónde chingados?
- Fairbanks –nuestra cara de pendejos se escuchaba hasta el otro lado de la línea.
- Y... recogieron el coche, ¿dónde exactamente?
- Anchorage.
- A ver cabrones, lo que ven conectado se llama block heater, es una manta térmica que evita que el motor del coche se congele y... explote.

En este momento caímos cuenta que el anticongelante, se congela... a menos de -25ºC. Si esto pasara, como algunos líquidos se expanden cuando se congelan, el motor simple y sencillamente se rompe; el monoblock se abre en dos y es completamente imposible de reparar, pérdida total asegurada.

- Tienen dos opciones –nos decía la mujer– pueden prender el coche por 15 minutos cada hora, o –y se oía teclear– pueden ir en este momento a cambiar el coche, sin costo, al aeropuerto, cierran tras el último vuelo a las 3am.

Eran las 215am. Y aunque el aeropuerto –uno de los cuatro aeropuertos que tiene Fairbanks– no estaba lejos, manejar en esas condiciones es una invitación casi segura a los imprevistos, casi todos tienen por nombre "choque", primer apellido "black ice" y segundo "por pendejos".

Llegamos a tiempo, nos recibía un wey joven, buena gente, casi no se burló de nosotros, casi. "Two Mexicans in the North Pole, what could possibly go wrong!" Nos dijo que no era tan raro que explotaran los motores por frío, a veces los calentadores no funcionaban y la gente no se daba cuenta y ¡crack! "Con seguro contratado, este caso se cobra en sólo 10 mil dólares".

A mí sí, una vez, el vicio me pagó.

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